lunes, 17 de marzo de 2014

Crónica sobre Fanny Cornejo Fernández, premiada en la XI Condecoración Orden al Mérito de la Mujer 2014



Por Ivan Vicente
prensa@diario16.com.pe

Cuando Fanny Cornejo le contó a sus padres su deseo de ser bióloga fue el fin del mundo. “¿Qué será de tu vida?, ¿de qué vas a vivir?”, escuchó en respuesta al igual que muchos jóvenes cuando eligen una carrera poco conocida. Con esas interrogantes intentaban salvar de la catástrofe profesional a su hija. “¿Qué es eso de biología?, ¿con qué se come?”. Los sueños de tener una doctora o ingeniera en casa se desvanecían, aun así la apoyaron desde el primer viaje.

“Cuando yo decidí estudiar biología en la San Marcos fue una decisión que le chocó bastante a mi familia pero como San Marcos es publica no hay que pagar mucho, no hay que endeudarse, y yo había ingresado en segundo puesto entonces no había otra opción, yo dije estudio biología en San Marcos y punto”.

Para Fanny todo empezó cuando, en la adolescencia, vio por televisión a la activista y primatóloga inglesa Jane Goodall en un documental sobre la preservación y estudio de los chimpancés. Jane vestía pantalones cortos de color caqui, una camisa de mangas cortas del mismo color y zapatillas; lleva binoculares, una libreta de apuntes con algunos registros de su excursión; pero sobre todo de mucha paciencia con un único fin: hallar a los monos, estudiar su hábitat y defenderlos. “Entonces yo dije, yo quiero hacer eso”.
 “Yo sentía más el llamado hacia el lado de la investigación, el lado de poder conocer, entender esa curiosidad que uno tiene por entender el mundo natural”.

Eso no es todo, sucede que Fanny desconocía de la existencia de los monos en el Perú y no es su culpa, sino de quienes se supone tienen que educarnos acerca de dónde estamos parados y cuál es el norte de nuestra sociedad, qué regiones componen nuestro territorio además de su biodiversidad. No es hasta que acaba el colegio y participa como voluntaria en el Parque de las Leyendas que se encuentra con estos primates. “Realmente eran muy pocos estudiados y casi la mitad de ellos están en peligro de extinción, eso me motivo bastante para perseguirlo como una carrera profesional”
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Por estos días Fanny debe estar en Huánuco en la zona de Carpish a una altura de 2700 metros sobre el nivel del mar y, como la primera vez, quizás, haya tenido el mismo recuerdo: aquel viaje a Loreto en su época universitaria dirigido por el profesor Rolando Aquino a la zona alta del río Itaya: dos días caminando, llevando sus propias cosas, su fobia a las cucarachas es un minucia cuando está rodeada de todos los insectos del mundo, acampando en la mitad de la nada (literalmente), cocinando sus propios alimentos, un exhaustivo esfuerzo físico, extensas caminatas desde las seis de la mañana hasta la seis de la tarde con el único objetivo de encontrar diversas especies animales. Sobre los ojos de Fanny se erigía un bosque de nubes, un río de espejos, rayos de sol que atravesaban la mata que crece en la ceja de selva, el sonido de las aves que alzan vuelo, el gorjeo de los pajaritos después de la lluvia, los aullidos de los monos que parecen acercarse, el viento y el eco del río sobre la tierra.

“Estando allá (en la selva) era más la emoción, el trabajo físico era muy arduo, pero más que todo para mí era la emoción del día a día yo salía a caminar y veía venados, pecarís, monos, paujiles; diferentes especies de animales, de plantas, de flores, de aves, entonces era una experiencia realmente fabulosa”, cuenta.

Pero hay una amenaza, que aparece durante su viaje a Huánuco y que padecen otros biólogos, ese mal endémico de la selva: ser testigo de su extinción. Para Fanny Cornejo es una carrera; llegar antes de la tala indiscriminada con la que tiene encarnizadas batallas dentro y fuera de cada viaje. Cada vez que regresa a una zona donde realizó su trabajo es triste ver como esta desapareció en manos de la deforestación, y eso trae consecuencias a la fauna. Pero esto no amilana su espíritu de seguir defendiendo los espacios naturales, esa decisión que la lleva por la selva y que necesita más personas como ella. Cada vez que revisa el mapa del Perú que tiene en su oficina ya añora planificar una expedición, encontrar nuevas especies, documentarlas, hacer una exploración de la zona donde nadie ha llegado. Una pionera de lo inhóspito.
Entre las distintas especies enfocó su interés en el mono choro de cola amarilla, y decir que solo dedica tiempo y atención a la preservación y conservación de este animal, es reducir a nimiedades el trabajo al que dedica su vida. Como bióloga también lleva el registro de la variedad de especies de la cual se desconoce y que servirán de investigación para las futuras generaciones. Otro de sus intereses está en el mono nocturno que ha pasado de su estado de nocturnidad a tener un comportamiento diurno (una mañosería animal) y que servirá en temas evolutivos.

“En el Perú hay muy pocos estudios con primates, aún podemos encontrar especies que pueden ser nuevas para la ciencia, entonces es un carrera poder describirlas, documentarlas, el poder hacer algo por protegerlas antes que desaparezcan sin siquiera haberlas conocido”.
Dedicada a su trabajo ya como forma de vida, el año pasado realizó investigaciones en Madagascar para aprender del trabajo de conservación de diversas especies. Su objetivo es enseñarlos en nuestro territorio selvático, aunque tiene el ánimo de recorrer Latinoamérica ha decidido quedarse en Perú porque Fanny está convencida de que hay mucho por hacer: “No sé si la vida me va a alcanzar para documentar toda la diversidad que tenemos”.

“Yo recuerdo las primeras palabras de mis profesores: la mujer no sirve para hacer trabajo de campo porque le da miedo porque es muy débil, entonces en ese momento cuando escuché esas palabras no me sentí tanto discriminada, me sentí más como que tenía que dar la contra”, recuerda.

Este camino no fue fácil, no solo consiste en leer decenas de libros, es también enfrentarte a una sociedad machista que no se cansa de lapidar y discriminar que tal o cual actividad no corresponde a las funciones de una mujer, a una mujer profesional. Se dice que “el que calla otorga”, pero no existe mejor respuesta que hacer todo lo contrario de lo que se dice que no puedes. Si hay hombres que pueden caminar con veinte kilos en la espalda, dos días, sin ayuda, en la lluvia, enlodado, así también lo hizo Fanny en su época de estudiante de la Universidad San Marcos; se ganó con acciones el respeto de su grupo como líder y de los colaboradores de la zona que veían con escepticismo sus órdenes.

También padeció el cáncer del acoso sexual que cada vez hace más metástasis entre los hombres. “En Lima nunca me pongo falda, porque ponerme falda en Lima significa que voy a caminar por la calle y me van a gritar cualquier cosa, y es lamentable que la población lo acepte y que esté bien visto, y que entre los hombres sea motivo de júbilo, de burla, pero eso no está bien, son cosas que el Perú como sociedad tiene que empezar a cambiar ya mismo”.

Y es justamente ese carácter incisivo, valiente, de mujer que se desempeña en una humana profesión por el que recientemente se le otorgó en el XI Condecoración Orden al Mérito de La Mujer 2014, organizado por el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, una distinción por su investigación y conservación de primates destacando su altruismo por las especies en vías de extinción.

No todo es selva en la vida de esta bióloga peruana, también encontró el amor. Él ama a los murciélagos, ella a los monos. Sí, mal de muchos, padecimientos de otros, Fanny tiene novio (repetirían una y otra vez las niñas de colegio). El epicentro de estos amantes de la naturaleza fue el Museo de Historia Natural, aunque no es el mejor lugar para enamorarse a quien le importa, el amor, como dice una canción “está (hasta) en el aire”. El próximo año él viajará a Estados Unidos a continuar sus estudios y se encontrarán, porque ella está haciendo un doctorado en la Universidad de StonyBrook en Nueva York.

Fanny Cornejo recomienda educar desde la escuela; por ejemplo, dejemos de aprender el abecedario con la forma convencional de utilizar animales que son ajenos a nuestra realidad (león, avestruz, etc.) y aprendamos con las especies que nos rodean (aplíquese también al Otorongo).

“En Estados Unidos veo los fondos que destina el mismo gobierno para estudiar y son increíbles, yo misma soy becada por ese gobierno para estudiar allá, porque mi universidad es pública del estado de New York, y está invirtiendo dinero en mi para que yo realice los estudios allá y ellos saben que voy a retornar a mi país, sin embargo ellos lo realizan porque es parte de su política de Estado”, señala.

Luego de viajar por una parte de la vida de Fanny, después de Huánuco, este periodista se pregunta cuál será el siguiente destino, volverá el mismo miedo de no ver nunca más un bosque, se acabará la tala indiscriminada, se terminará de traficar con los animales como si de mercancía se tratase, dejaremos de ser indiferentes. La inspiración de Fanny debe ser también nuestra lucha.

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