Por Ivan Vicente
prensa@diario16.com.pe
“Yo sentía más el llamado hacia el lado de la investigación, el lado de
poder conocer, entender esa curiosidad que uno tiene por entender el
mundo natural”.
prensa@diario16.com.pe
Cuando Fanny Cornejo le contó a sus padres su deseo de ser bióloga fue
el fin del mundo. “¿Qué será de tu vida?, ¿de qué vas a vivir?”, escuchó
en respuesta al igual que muchos jóvenes cuando eligen una carrera poco
conocida. Con esas interrogantes intentaban salvar de la catástrofe
profesional a su hija. “¿Qué es eso de biología?, ¿con qué se come?”.
Los sueños de tener una doctora o ingeniera en casa se desvanecían, aun
así la apoyaron desde el primer viaje.
“Cuando yo decidí estudiar biología en la San Marcos fue una decisión
que le chocó bastante a mi familia pero como San Marcos es publica no
hay que pagar mucho, no hay que endeudarse, y yo había ingresado en
segundo puesto entonces no había otra opción, yo dije estudio biología
en San Marcos y punto”.
Para Fanny todo empezó cuando, en la adolescencia, vio por televisión a
la activista y primatóloga inglesa Jane Goodall en un documental sobre
la preservación y estudio de los chimpancés. Jane vestía pantalones
cortos de color caqui, una camisa de mangas cortas del mismo color y
zapatillas; lleva binoculares, una libreta de apuntes con algunos
registros de su excursión; pero sobre todo de mucha paciencia con un
único fin: hallar a los monos, estudiar su hábitat y defenderlos.
“Entonces yo dije, yo quiero hacer eso”.
Eso no es todo, sucede que Fanny desconocía de la existencia de los
monos en el Perú y no es su culpa, sino de quienes se supone tienen que
educarnos acerca de dónde estamos parados y cuál es el norte de nuestra
sociedad, qué regiones componen nuestro territorio además de su
biodiversidad. No es hasta que acaba el colegio y participa como
voluntaria en el Parque de las Leyendas que se encuentra con estos
primates. “Realmente eran muy pocos estudiados y casi la mitad de ellos
están en peligro de extinción, eso me motivo bastante para perseguirlo
como una carrera profesional”
.
Por estos días Fanny debe estar en Huánuco en la zona de Carpish a una
altura de 2700 metros sobre el nivel del mar y, como la primera vez,
quizás, haya tenido el mismo recuerdo: aquel viaje a Loreto en su época
universitaria dirigido por el profesor Rolando Aquino a la zona alta del
río Itaya: dos días caminando, llevando sus propias cosas, su fobia a
las cucarachas es un minucia cuando está rodeada de todos los insectos
del mundo, acampando en la mitad de la nada (literalmente), cocinando
sus propios alimentos, un exhaustivo esfuerzo físico, extensas caminatas
desde las seis de la mañana hasta la seis de la tarde con el único
objetivo de encontrar diversas especies animales. Sobre los ojos de
Fanny se erigía un bosque de nubes, un río de espejos, rayos de sol que
atravesaban la mata que crece en la ceja de selva, el sonido de las aves
que alzan vuelo, el gorjeo de los pajaritos después de la lluvia, los
aullidos de los monos que parecen acercarse, el viento y el eco del río
sobre la tierra.
“Estando allá (en la selva) era más la emoción, el trabajo físico era
muy arduo, pero más que todo para mí era la emoción del día a día yo
salía a caminar y veía venados, pecarís, monos, paujiles; diferentes
especies de animales, de plantas, de flores, de aves, entonces era una
experiencia realmente fabulosa”, cuenta.
Pero hay una amenaza, que aparece durante su viaje a Huánuco y que
padecen otros biólogos, ese mal endémico de la selva: ser testigo de su
extinción. Para Fanny Cornejo es una carrera; llegar antes de la tala
indiscriminada con la que tiene encarnizadas batallas dentro y fuera de
cada viaje. Cada vez que regresa a una zona donde realizó su trabajo es
triste ver como esta desapareció en manos de la deforestación, y eso
trae consecuencias a la fauna. Pero esto no amilana su espíritu de
seguir defendiendo los espacios naturales, esa decisión que la lleva por
la selva y que necesita más personas como ella. Cada vez que revisa el
mapa del Perú que tiene en su oficina ya añora planificar una
expedición, encontrar nuevas especies, documentarlas, hacer una
exploración de la zona donde nadie ha llegado. Una pionera de lo
inhóspito.
Entre las distintas especies enfocó su interés en el mono choro de cola
amarilla, y decir que solo dedica tiempo y atención a la preservación y
conservación de este animal, es reducir a nimiedades el trabajo al que
dedica su vida. Como bióloga también lleva el registro de la variedad de
especies de la cual se desconoce y que servirán de investigación para
las futuras generaciones. Otro de sus intereses está en el mono nocturno
que ha pasado de su estado de nocturnidad a tener un comportamiento
diurno (una mañosería animal) y que servirá en temas evolutivos.
“En el Perú hay muy pocos estudios con primates, aún podemos encontrar
especies que pueden ser nuevas para la ciencia, entonces es un carrera
poder describirlas, documentarlas, el poder hacer algo por protegerlas
antes que desaparezcan sin siquiera haberlas conocido”.
Dedicada a su trabajo ya como forma de vida, el año pasado realizó
investigaciones en Madagascar para aprender del trabajo de conservación
de diversas especies. Su objetivo es enseñarlos en nuestro territorio
selvático, aunque tiene el ánimo de recorrer Latinoamérica ha decidido
quedarse en Perú porque Fanny está convencida de que hay mucho por
hacer: “No sé si la vida me va a alcanzar para documentar toda la
diversidad que tenemos”.
“Yo recuerdo las primeras palabras de mis profesores: la mujer no sirve
para hacer trabajo de campo porque le da miedo porque es muy débil,
entonces en ese momento cuando escuché esas palabras no me sentí tanto
discriminada, me sentí más como que tenía que dar la contra”, recuerda.
Este camino no fue fácil, no solo consiste en leer decenas de libros, es
también enfrentarte a una sociedad machista que no se cansa de lapidar y
discriminar que tal o cual actividad no corresponde a las funciones de
una mujer, a una mujer profesional. Se dice que “el que calla otorga”,
pero no existe mejor respuesta que hacer todo lo contrario de lo que se
dice que no puedes. Si hay hombres que pueden caminar con veinte kilos
en la espalda, dos días, sin ayuda, en la lluvia, enlodado, así también
lo hizo Fanny en su época de estudiante de la Universidad San Marcos; se
ganó con acciones el respeto de su grupo como líder y de los
colaboradores de la zona que veían con escepticismo sus órdenes.
También padeció el cáncer del acoso sexual que cada vez hace más
metástasis entre los hombres. “En Lima nunca me pongo falda, porque
ponerme falda en Lima significa que voy a caminar por la calle y me van a
gritar cualquier cosa, y es lamentable que la población lo acepte y que
esté bien visto, y que entre los hombres sea motivo de júbilo, de
burla, pero eso no está bien, son cosas que el Perú como sociedad tiene
que empezar a cambiar ya mismo”.
Y es justamente ese carácter incisivo, valiente, de mujer que se
desempeña en una humana profesión por el que recientemente se le otorgó
en el XI Condecoración Orden al Mérito de La Mujer 2014, organizado por
el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, una distinción por
su investigación y conservación de primates destacando su altruismo por
las especies en vías de extinción.
No todo es selva en la vida de esta bióloga peruana, también encontró el
amor. Él ama a los murciélagos, ella a los monos. Sí, mal de muchos,
padecimientos de otros, Fanny tiene novio (repetirían una y otra vez las
niñas de colegio). El epicentro de estos amantes de la naturaleza fue
el Museo de Historia Natural, aunque no es el mejor lugar para
enamorarse a quien le importa, el amor, como dice una canción “está
(hasta) en el aire”. El próximo año él viajará a Estados Unidos a
continuar sus estudios y se encontrarán, porque ella está haciendo un
doctorado en la Universidad de StonyBrook en Nueva York.
Fanny Cornejo recomienda educar desde la escuela; por ejemplo, dejemos
de aprender el abecedario con la forma convencional de utilizar animales
que son ajenos a nuestra realidad (león, avestruz, etc.) y aprendamos
con las especies que nos rodean (aplíquese también al Otorongo).
“En Estados Unidos veo los fondos que destina el mismo gobierno para
estudiar y son increíbles, yo misma soy becada por ese gobierno para
estudiar allá, porque mi universidad es pública del estado de New York, y
está invirtiendo dinero en mi para que yo realice los estudios allá y
ellos saben que voy a retornar a mi país, sin embargo ellos lo realizan
porque es parte de su política de Estado”, señala.
Luego de viajar por una parte de la vida de Fanny, después de Huánuco,
este periodista se pregunta cuál será el siguiente destino, volverá el
mismo miedo de no ver nunca más un bosque, se acabará la tala
indiscriminada, se terminará de traficar con los animales como si de
mercancía se tratase, dejaremos de ser indiferentes. La inspiración de
Fanny debe ser también nuestra lucha.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario